lunes, 24 de febrero de 2014

Quemando rueda en Indochina - Episodio III

Lo poco que había leído de la historia reciente y cultura de Laos en la wikipedia y lonely planet -y mis prejuicios- me hizo imaginar que iba a ser un país bastante parecido a Vietnam: cuevas, budismo, comida exquisita, carreteras locas, kamikazes motoristas, perros/gallinas suicidas, etc. Sin embargo, los primeros días en Laos me hicieron recordar mucho a Nepal e India. Para empezar, el curioso alfabeto Lao me recordó al alfabeto Hindi, que aunque al parecer no tengan relación, comparten un par de características claras a ojos-de-occidental-ignorante: (1) son igualmente ininteligibles/impronunciables, y (2) sus trazos son más bien suaves.

Pero tales reminiscencias indo-nepalís que mi cabeza imaginaba se volvieron más justificadas al poder volver a probar tal gastronomía en algunos restaurantes dirigidos por inmigrantes indios, lo cual no vi durante todo el mes anterior en Vietnam. Fue también curioso ver que el cristianismo haya dejado mucha menos impronta en Laos que en Vietnam.

Más aún, no es de extrañar que tras las 12 horas -de 6 previstas- de tortura vietnamita por las carreteras de cabras mencionadas en el Episodio II, la llegada de una pieza a Viang Xai, un bonito y frío pueblo con un lago y paisaje kárstico a 2h frontera Vietno-laotiana, tuviera sus reminiscencias cuasi-celestiales con el cruce de la frontera India-Nepal unos meses atrás. Habiendo sido el desayuno a las 8a.m y un pastelito pocas horas después lo último que había caído en mi estómago, la tensión, los sustos, y la adrenalina del día me mantuvieron con los cinco sentidos -y sin mucha hambre- hasta llegar a eso de las 20:00.

No olvidaré la sensación mezcla entre felicidad máxima, hambre brutal y agotamiento completo, que favoreció que me pidiera estos tres platos para cenar (normalmente con uno me hubiese quedado bien a gusto), y una gran Lao Beer para celebrar mi victoria sobre los elementos. Esta vez fue la segunda vez que me empaché en el Viaje (la primera había sido en Taiwan).



Pero todavía no estaba completamente tranquilo al llegar. El plan para el día siguiente, a parte de seguir digiriendo y descomiendo la cena, era terminar la solicitud online para la beca que quería pedir para el máster, que justo terminaba ese día. Me pasé la mañana siguiente buscando en vano un sitio con wifi para completarlo, y llegué a entrar en semi-pánico tras recorrerme unos 8 hostales y restaurantes y no encontrar ninguno con internet. "its very urgent, I can pay for it" - "es muy urgente, puedo pagar por el internet", le llegué a decir al dueño -indio- de un restaurante, al sospechar que era cuestión de dinero cuando me dijo tenía pero que no le funcionaba.

Afortunadamente, si bien Vietnam y Laos a nivel de infraestructuras se podrían parecer a simple vista a la España de los años 50 -en versión bonita-, sus redes de telefonía móvil con 3G me permitieron enviar mi solicitud desde el móvil en plazo, tras comprar una tarjeta SIM por un par de euros. Curiosidades del sudeste asiático.

En ese momento sí pude darme dos merecidos días de descanso, que aproveché para lavar a Sombragrís y cambiarle el aceite, tocar la guitarra, y empezar a descubrir la gastronomía laotiana en profundidad.
Sombragrís, después de su primer lavado
No vi ningún extranjero en Viang Xai hasta el tercer día, en el que conocí a las holandesas Tash y Kira mientras tomaba una cerveza en el hostal-restaurante Viengxai del lago, y que se dirigían a Vietnam al día siguiente. Lo que iba a ser un relajado -y probablemente algo aburrido- último día en Viang Xai, acabó en una de las noches más locas de todo el viaje. Las incontables cervezas Lao y la incierta cantidad de licor transparente que fluyó por nuestras gargantas -que el propio dueño del hostal destilaba- hizo que típicas conversaciones formales entre turistas -que empezaron a las 6 de la tarde- evolucionaran a intensos debates poniendo a caldo a nuestros respectivos países y monarquías, pasando por discusiones políticas y futbolísticas -todavía tenían abierta la herida de la final del Mundial 2010-, y finalmente degeneraran en desmedidos juegos de beber con dados, apuestas absurdas sobre besar culos de cerdos, baño colectivo en el lago a la 1 de la mañana a unos -5ºC, etc. Por alguna razón no me han agregado al facebook después de ésta.


 
 

Tras un merecido descanso post-resaca, seguí mi viaje hacia el oeste con muchas ganas de probar a base de largos trayectos las carreteras de montaña laosianas, algo mejores que las vietnamitas por aquel detalle de tapar los baches con arena. No sólo los viajes se hacían largos por la cantidad de curvas, sino también porque, al igual que en Vietnam, el espectacular paisaje kárstico obligaba a paradas de observación y deleite.


La caña que le había exigido a Sombragrís durante el último mes hizo que Sombragrís empezara a manifestar sus primeros achaques al segundo día. Un ruido agudo intermitente en el freno de la rueda delantera me hizo parar en un pueblo en busca de un mecánico. Durante el no corto tiempo de reparación, se iban acercando niños y curiosos que me miraban de arriba a abajo -algo ya de sobra habitual- y acabé comiendo en casa de una vecina que me ofreció verduras y arroz con sus hijos. El que el niño llevara la camiseta de fútbol del Barcelona sirvió para intentar explicarle a la madre del niño -al menos con gestos y mucha intención, y no sé si con éxito- de dónde venía.



Tras dos duros -a punto estuve de acabar en la cuneta más de una vez, por fliparme demasiado- y reflexivos días en moto acabé llegando a Nong Khiaw, un bonito pueblo a las orillas del río Muang Ngoy, afluente del mítico río Mekong. En este pueblo, a unos 150km de la hiper-turística Luang Prabang, ya se empezaba a notar una importante presencia de viajeros de todo el mundo. Algunos hacían la ruta en barco río abajo hacia Luang Prabang.




Nong Khiaw fue de esos sitios que te piden alargar la estancia, y a los que se cede con gusto. Tras 3 reflexivos días y 4 noches al borde del Muang, me dirigí a la milenaria Luang Prabang, y antigua capital del Reino del Millón de elefantes.

No es para menos que Luang Prabang haya sido declarada Patrimonio de la Humanidad. Si bien la cantidad de turistas podía ser excesiva -muy típico es ver viajeros quejarse de demasiados viajeros, y yo no voy a ser menos-, pocos sitios he visto tan espectaculares como éste. Eso sí, hubiese sido conveniente reservar un hostal con cierta antelación para evitar tener que deambular durante hora y pico, hasta que se hizo de noche, en busca de un sitio con camas libres.


Si bien ya iba advertido de tal densidad de turistas, las docenas de templos/ pagodas budistas esparcidos por toda la región -cada uno más grande/bonito que el anterior-, el colorido mercado con riquísima comida, el impresionante río Mekong a un lado, y las cataratas de Kouangxi, a 30km, hacían más que merecida una parada de al menos 3 días.

Al lado de las espectaculares cataratas de Kouangxi, que invitaban a un baño, se encontraba el santuario de osos de Tat Kuang, que rescata osos del comercio ilegal, y que se soporta en buena medida de donaciones.


Mercado de Luang Prabang
Típica moto budista BMW



















Inicialmente había planificado unas dos semanas para Laos, aun teniendo visado de un mes, para tener margen de maniobra en el caso de que la policía tailandesa no me dejara cruzar la frontera junto con la moto -me habían contado que no lo iban a poner nada fácil-. Y estas dos semanas planificadas para Laos ya se iban agotando.

Así que tras Luang Prabang, seguí mi camino de dos días hacia el sur en dirección al paso fronterizo de Vientiane. En la primera jornada, los fantasmas de las malas experiencias en moto volvían a aparecer, esta vez no por las malas carreteras, sino por mi -ocasional y conocida- escasa voluntad de previsión y planificación. El primer día de viaje, de Luang Prabang a Vang Vieng consistió en cruzar un importante puerto de montaña, con parte de la carretera en construcción.

Para empezar, la subida al puerto se hizo bastante angustiosa e interminable viendo el ritmo en que Sombragrís bebía su zumo vital. Y cuando parecía que había llegado al punto más alto, aparecía una nueva subida sin fin. Todo esto en una carretera sin apenas tránsito y con apenas 4 pueblos donde abastecerse en un trayecto de casi 200km.
Subiendo el puerto
Aunque respiré un poco al ver que la carretera volvía a bajar ya sin duda, las bajadas posteriores a tal subida no eran tampoco suaves. Sin saber a cuántos kilómetros estaba el siguiente pueblo, y viendo que el depósito estaba en las últimas, decidí bajar el puerto en punto muerto, usando únicamente los frenos manuales -ya bastante gastados- para ahorrar gasolina.

Por si fuera poco el pánico a quedarme tirado en medio del puerto, varias taquicardias me entraron al intentar frenar en ciertos tramos de buena pendiente y curvas de 180º, en los que las obras habían dejado algo de tierra, gravilla y barro para darle emoción a la cosa.

Afortunadamente -otra vez-, conseguí llegar a un pueblo donde abastecer a Sombragrís y aplacar mi ansiedad con azucar, tras varios infructuosos intentos de encontrar gasolina señalando al depósito para hacerme entender.

Como ya era habitual, una pequeña tropa de niños se me acercaba mientras la señora me abastecía, como si fuera mi propio equipo de boxes. Tan simpática era tal estampa que les pedí que posaran para una foto. El estrés me desapareció de golpe.



Escuela, de camino a Vang Vieng
Pausa para comer y para reflexionar entre moscas acerca de mi suerte infinita


Típicas formaciones kársticas




A veces, mi dejadez/pereza/cansancio a la hora de planificar visitas a lugares hace que pueda pasar por alto ciertos sitios que verdaderamente merecen la pena. En cierto sentido tal dejadez puede es justificable después de llevar viajando varios meses non-stop.

Por eso, Vang Vieng iba a ser un mero lugar de paso entre Luang Prabang y Vientiane en el que esperaba llegar al anochecer e irme a la mañana siguiente. Sin embargo, mientras cenaba en un restaurante poco después de llegar, conocí a la coreana Song Me, que tenía pensado ir al día siguiente a la laguna azul y a la cueva de Tham Phu Kham -sitios de los que no había oído hablar-, y que estaban a una media hora de Vang Vieng.

Así fue cómo decidí alargar un día mi estancia para ir a la mañana siguiente allá con Song de paquete en Sombragrís. Mucho se puede decir de este día, que transcurrió entre chapuzones pseudo-acrobáticos desde la rama-trampolín a 6 metros y un curso intensivo de cultura coreana. Pero mejor ver las fotos.


Laguna azul con sus ramas-trampolín




Buda de bronce en la cueva Tham Phu Kham




Merendero al lado.



Regalando caramelos y ropa a las niñas

 


Al día siguiente nos fuimos a Vientiane, ahora sí cada uno en su vehículo, ella para coger su avión y yo para iniciar la Operación cruce-de-frontera hacia Tailandia. Si bien cruzar la oscura frontera de Vietnam a Laos a través de Na Meo pudo ser complicada, el cruce de la frontera Laos-Tailandia por Vientiane, aunque más oficial (Vientiane es la capital de Laos), no iba a estar libre de complicaciones. Según los problemas que al parecer me iba a poner la algo-más-rigurosa policía tailandesa -la licencia de la moto no estaba a mi nombre, no tenía carnet de conducir de ningún tipo, etc- llegué a hacer un leve intento de vender la moto en Vientiane. Pero como no quería que la aventura con Sombragrís terminara todavía, finalmente decidí probar suerte y cruzar.

Para terminar, y como no podía ser de otra manera, la corta estancia en Laos me dejo un increíble e inolvidable sabor de boca. Me volvió a recordar que son aquellas experiencias imprevistas, que típicamente se tienen viajando sólo y con poca planificación, las que le dan un toque cuasi-mágico al viaje, al ver cómo éstas emergen de forma sutil y casual de lo que en la etapa de planificación era una -a priori- simple sucesión de movimientos entre puntos del mapa.


Hao Binh - Na Meo (Vietnam) - Viang Xai (Laos), moto (9 Febrero)
Viang Xai - Son Koua, moto (12)
Son Koua - Nong Khiaw, moto (13)
Nong Khiaw - Luang Prabang, moto (17)
Luang Prabang - Vang Vieng, moto (20)
Vang Vieng - Vientiane, moto (22)
Vientiane - Nong Khai (Tailandia), moto (23)