sábado, 1 de marzo de 2014

Quemando rueda en Indochina - Episodio IV


Tras despedirme de Laos, comencé con los preparativos para cruzar a Tailandia con Sombragrís. Como iba advertido de que la policía Tai de la frontera era mucho más estricta con el cruce de vehículos, decidí no correr riesgos y preguntar a varios funcionarios de las fronteras de Laos y de Tailandia acerca de todos los papeleos necesarios. Así que dejando la moto aparcada en el puesto fronterizo de Laos y evitando el sello de "salida" en el pasaporte, cogí un bus hacia el puesto Tai -cruzando el Mekong, a 5 minutos- para que los oficiales Tai me aseguraran que podía cruzar con ella. El plan B, en el caso de que no me dejaran cruzar, era volver a Vientiane y dedicar unos días a venderla, para poder cruzar luego.

Con las esperadas dificultades para entender a los policías y hacerme entender, y para estar 100% seguro que los policías de ambas partes no me iban a poner ningún problema, llegué a cruzar la frontera 5 veces: Laos - Tai - Laos - Tai - Laos - Tai, cogiendo el mismo bus, hasta la última vez, en la que pude cerrar la visa de Laos -sin necesidad de papeleos extra-, y pude cruzar con Sombragrís.

Cruce de caminos en la frontera Lao-Tailandesa para adaptarse de la circulación por la derecha (Laos) a la circulación por la izquierda (Tailandia).
Eso sí, después de hacer la cola de los que viajan con vehículo, tuve que firmar un papel que me obligaba a salir de Tailandia con la moto si no quería pagar una multa por tres veces el valor de tasación. Resulta que Sombragrís, comprada por 240$ en Vietnam, fue estimada en 1000$ por el funcionario Tai según una tabla, lo cual hacía que dicha multa fuera de unos 3000$ en caso de salir sin ella.

Tras pensármelo un poco, y con el ego de Sombragrís bastante subidito, firmé con todas las consecuencias y crucé pensando en que podría venderla en Malasia o Singapur, el que sería mi destino final asiático, del que me separaban unos 2500km cruzando de norte a sur Tailandia y Malasia, y para el que había planeado unas 3 semanas.

No es de extrañar este tipo de multa, dado la gran diferencia entre el nivel económico de Tailandia y sus vecinos Laos, Camboya, Birmania, Vietnam. Si se pudiera comprar una moto en Vietnam por 100$ o 200$ y venderla sin más en Tailandia, donde los precios de los vehículos son similares a los de Europa, sería el negocio del siglo.

A pesar de que crucé con satisfacción sabiendo que la aventura con el corcel más lento resistente del sudeste asiático iba a seguir al menos unas 3 semanas más, ahora tenía una nueva preocupación sobre mis espaldas: si me robasen a Sombragrís no podría salir del país sin pagar dichos 3000$, lo cual entraba en total conflicto con el modo de viaje despreocupado y jovial del mochilero.

Así que crucé los dedos, toqué madera, y recé a Vishnu para que los hados fueran favorables en Tailandia, uno de los destinos turísticos asiáticos por excelencia. A tiro de piedra de Europa, aquí se presentaba el país de comida exquisita, sol, buceo, fiestas en la playa donde los ingleses pierden el conocimiento, y donde elefantes y ladyboys trabajan a destajo para satisfacer las pecaminosas necesidades de turistas de todo el mundo.

Al estar más de dos meses en países relativamente subdesarrollados (Filipinas, Vietnam y Laos), el contraste al llegar a Tailandia no fue pequeño. Antes compartía carreteras bacheadas mayoritariamente con motos. Ahora tenía que acostumbrarme a conducir por la izquierda y por el arcén de la autopista respirando el humo de coches, buses y camiones que no paraban de adelantarme.





Así que tras buscar un hostal, buscar algo para cenar y darle el plumífero -ya un estorbo para estas latitudes- a la dueña del hostal, descansé una noche y emprendí el viaje hacia el sur.

Aquí los viajes en moto eran completamente diferentes. Si en Laos y Vietnam 200 km significaban un día conduciendo durante 8-10 horas, las generosas autopistas Tailandesas y las inmensas planicies permitían recorrer más de 400 km en el mismo tiempo. Aunque los viajes eran mucho más rápidos y seguros, las horas en moto se hacían bastante más aburridas.





Así, tras una noche de parada en un hotel de Nakon Ratchasima, con sofa, cucaracha, televisión rota y pene-cenicero incluidos en el precio, llegué a la megalópolis de Bangkok al segundo día tras casi 700 km totales. La entrada en Bangkok, ya de noche, me hizo recordar bastante a la entrada en Hanoi: no tanto por el tráfico, sino por el hecho de tardar más de una hora en llegar desde las afueras hasta el centro.

El cansancio del viaje (y las ganas de llegar cuanto antes) me hicieron meterme por una autovía de carril elevado que al parecer estaba prohibida para motos, con lo que el del peaje al verme me hizo bajarme de la moto hasta que llegara alguien. Tuve que esperar unos 15 minutos hasta que efectivamente un coche de policía llegó e intentó comunicarse conmigo. Mientras él intentaba decirme en no-inglés que no se permitían motos aquí, yo asentía y me preparaba internamente para el multón que previsiblemente me iba a soltar. Primero me dio este papelito:


Espera un momento por favor.

Mientras esperaba, confiaba en no pagar más de 50$ de multa, pero a medida que pasaban los minutos me conformaba simplemente con dormir en caliente aquella noche.

Al volver, recibí con el culo apretado el segundo papelito que me dió:

No motocicletas en la vía express. El personal te llevará a la primera salida a tu izquierda. Que tengas un viaje seguro ^__^


Al leerlo un coro celestial de liberación sonó en mi cabeza y di gracias a los dioses que dominaban estas tierras. El mismo policía se subió al coche y me hizo seguirle a baja velocidad. Al llegar a la salida, se bajó del coche y después de darle las gracias varias veces me hizo señas sonriendo pidiéndome si me podía sacar una foto. Así es como una foto de un mochilero occidental desconcertado, sonriente, con pulgar hacia arriba y mierda hasta las orejas, a lomos de una 'Butan Indonesia', acabó en el movil de un policía Tai.

Dediqué tres días para conocer Bangkok, recorriéndome buena parte de la ciudad en modo veleta, alejándome del turisteo, sin apenas mirar guías y sitios que ver antes. Básicamente me dediqué a motear mucho por la ciudad, comer comida callejera, coger una buena diarrea, cambiar a bahts los dongs vietnamitas sin gastar que aun guardaba, y a reencontrarme con Ariel, otro viajero conocido en Filipinas que se también se encontraba deambulando por Bangkok.

 
 
 

 
 



 

















 














Calle de turisteo máximo de Bangkok, llena de turistas-sin-moto ¬‿¬


Destrozos debido a las revueltas después de las elecciones.






























































 

 























Al cuarto día salí por la mañana en dirección sur, con la idea de llegar en unos días en Phuket antes de llegar a Malasia. Pero si entrar en Bangkok no fue fácil, salir fue todavía más complicado. A parte de que la cadena de Sombragrís tendía a salirse, con lo que tuve que dedicar un rato a que la arreglasen, por culpa de los auténticos nudos gordianos que formaban las autopistas y los innumerables U-turns, y el estres de los atascos, me fui por el camino equivocado unas cuantas veces para mi creciente desesperación. El resultado: a las 4 horas de salir del hostal apenas había salido de la metrópolis de Bangkok.

Al parar en una estación de servicio para comer y tranquilizarme, por alguna razón me vino un pensamiento, o arrebato de cordura, o epifanía enviada por el dios elefante Ganesha:

"fatuo mortal, si es ilegal vender una moto vietnamita en Tailandia, es probable que también sea ilegal en Malasia y en Singapur, ya que tienen un nivel económico similar o superior."

Tras comprar una tarjeta SIM con 3G en la misma estación de servicio para consultarlo en internet, asi lo pude comprobar, con lo que decidí cambiar radicalmente los planes de viaje y di media vuelta hacia Bangkok para dormir ahí y salir en dirección Camboya a la mañana siguiente.

En ese momento reflexioné bastante acerca de cuánto me estaba condicionando el viaje Sombragrís. Aunque ya habíamos recorrido muchos kilómetros en ese momento (alrededor de 3000) y el apego que tenía hacia ella me hacía retrasar la despedida, sabía que el momento de la venta debía ser más pronto que tarde. La verdad, no era nada agradable irse a dormir todos los días pensando en los 3000$ que tendría que pagar a las aduanas Tai si al día siguiente la moto ya no estaba. Además, el viaje por el arcén de las grandes autopistas Tai era de todo menos divertido. En resumen, aun dando una flexibilidad y libertad enormes, la moto en Tailandia se volvía un lastre.

De vuelta a Bangkok, entre un atasco insufrible y con la frustración del cambio de planes y de haber tirado el día a la basura, un policía me volvió a parar en otro peaje. También, quiero pensar que mi condición de protegido de los dioses Tai y no mi aspecto deplorable hizo que el policía se apiadase de mi y se limitase a ayudarme a tomar la salida que debía sin más preguntas.
Aquí había un hotel, según google maps
Para redondear el Día de Mierda, estuve deambulando hasta el anochecer buscando 4 hostales inexistentes señalados por google maps. Tan hasta-las-pelotas estaba que decidí ir al primero que encontré aunque se me salía un poco de presupuesto. Por lo menos Sombragrís iba a dormir en garaje, pensé. Pero en la recepción del hotel, al preguntar el precio, una chica Tai de inglés perfecto, Mint, que ahí se hospedaba, tras responder afirmativamente a su pregunta "¿te parece demasiado caro?", se ofreció a guiarme a un hostal cercano mucho más barato de un amigo que conocía. Imagino que no le cuadraba que un mochilero con semejantes pintas fuera a pagar 30$ la noche. Así que en 10 minutos me llevo a un hostal sin recepcionista (llamándo a un teléfono me daban un código de acceso) con los estándares de cutrez e indecencia que estaba buscando.

Al intentar invitarla a cenar como agradecimiento, ella me dijo que tenía fiesta de empresa. Fiesta a la que, por alguna razón (no por mis pintas que inspiraban lástima, sino probablemente por su hospitalidad y simpatía), me acabo invitando.

Así que tras volver a recuperar el aspecto de persona aseada y respetable, acabé en la fiesta para empleados del décimo aniversario de la empresa Strike Force Company Limited, bebiendo su cerveza, viendo un concierto de un famoso cantante Tai, y hasta siendo piropeado por algunas de sus empleadas. Y así es como el enlace de una compañía como Strike Force Company Limited acaba en el blog de un mochilero. Viva el caos.

A pesar de haber pasado estos pocos días en Tailandia un poco decepcionado por haber cambiado de planes, sin apenas haber disfrutado prácticamente nada, y teniendo la sensación de estar lastrado por la moto, esta experiencia me reconectó con el viaje mochilero, recordándome una vez más con qué facilidad un Día de Mierda se puede transformar en algo inesperado y curioso en cuestión de minutos.

 





































Última comida Tailandesa que pasó por mi tracto, de camino a Camboya.

 

Sí, apenas vi Tailandia, pero me fui sin mal sabor de boca, y no precisamente gracias a su exquisita cocina. Para bien o para mal, los hados quisieron que mi experiencia no tuviera nada que ver con lo que los turistas vienen a hacer aquí. No me subí a ningún elefante, ni bebí hasta vomitar en la Full Moon Party, ni vi ningún espectáculo con pelotas de ping pong ni lady boys. A cambio, mi experiencia fue muy breve y algo rara, siendo rehén de mi propia moto, recorriendo más de 1000 km en 5 días, respirando humo de coche, e inspirando compasión y curiosidad a partes iguales a algunos locales. Aun así, después de casi 4 meses viajando, ya había aprendido que no todo debía ser sitios-increíbles-experiencias-únicas-fiestas-y-jauja; a veces un poco de aleatoriedad, dejarse llevar, y tirar los días directamente a la basura es justo lo que el cuerpo necesita. Y este era el momento apropiado para eso.

A parte, si hay algún país en el sudeste asiático que aplazar para ver más en profundidad en otro momento ese es Tailandia, por lo relativamente fácil y barato que es llegar desde Europa. De todas formas, aun estando pocos días, sí pude percibir brevemente lo que ya me habían dicho otros viajeros de Tailandia semanas antes, y que era coherente con todo lo que había vivido en el sudeste asiático: aquí hay buena gente.
Y así, con esta buena sensación, me despedí de Tailandia con un sincero y sentido "nos vemos pronto".

Ruta:
Vientiane (Laos) - Nong Khai (Tailandia), bus (23 Febrero)
Nong Khai - Vientiane (Laos), bus (23)
Vientiane - Nong Khai (Tailandia), bus (23)
Nong Khai - Vientiane (Laos), bus (23)
Vientiane - Nong Khai (Tailandia), moto (23)
Nong Khai - Nakon Ratchasima, moto (24)
Nakon Ratchasima - Bangkok, moto (25)
Bangkok - Siem Reap (Camboya), moto (1 Marzo)